Yasuní

Podría ser el nombre de una protagonista de teleserie de ésas que dan después de almuerzo y, en realidad, algo de protagonista tiene. Yasuní, el parque nacional más biodiverso de Ecuador, viene hace meses haciendo noticia gracias a una ingeniosa propuesta que, de resultar exitosa, podría replicarse de manera positivamente revolucionaria.

Yasuní ocupa casi un millón de hectáreas de selva amazónica y su biodiversidad es tal que en una sola hectárea se han llegado a contar 655 especies diferentes de árboles (más que el total de Canadá y Estados Unidos combinados). Esto, además de una rica fauna de pumas, jaguares, cacatúas, monos aulladores y un largo y tropical etcétera. Yasuní es también el hogar de dos tribus indígenas que casi no han tenido contacto con la ‘civilización’: los Tagaeri y Taromenane. Todo bien hasta aquí, si no fuera por un solo y gran Pero: bajo un quinto de su superficie, el área conocida como Yasuní-ITT, se esconden el 20 por ciento de las reservas conocidas de petróleo de Ecuador, 846 millones de barriles que se les hacen agua a la boca –o, mejor dicho, bencina al tanque– a los inversionistas extranjeros ansiosos de combustibles fósiles. (Los otros 4/5 de la reserva ya han sido o están siendo explotados por empresas chinas, francesas, estadounidenses, canadienses, argentinas, brasileñas y españolas.)

En un despliegue de consecuencia con su discurso de protección de los derechos de la naturaleza y del ‘buen vivir’ (inscritos en la Constitución ecuatoriana), el gobierno de Correa presentó hace tres años un novedoso plan para preservar en lugar de explotar este tesoro. (No se crea, sin embargo, que ésta ha sido la postura constante de Correa,  que tuvo en el pasado fuertes altercados con defensores del medio ambiente y comunidades indígenas, e incluso  le quitó el estatus legal temporalmente a una de las ONGs más activas en la materia: Acción Ecológica. Pero dejemos esto a un lado por el día de hoy).

En breve, la idea es la siguiente: que países desarrollados (acreedores o no de Ecuador), el Banco Mundial y ONGs ambientalistas de gran calibre contribuyan con 300 millones de dólares anuales, durante la próxima década, a un fondo administrado por Naciones Unidas, destinado a desarrollar en Ecuador energías renovables, fomentar el transporte público eléctrico, reforestar, etc. A cambio, se respetaría una moratoria para mantener a Yasuní-ITT como hasta ahora: libre de la polución que implica la extracción de petróleo.

La propuesta podría considerarse extremadamente ambiciosa, pero no lo es tanto si se considera que sólo se está pidiendo la mitad de los ingresos que generaría dicha industria: unos seis mil millones de dólares en diez años. De paso, se le ahorran a la atmósfera 547 millones de toneladas de CO2, los que –si bien no todavía– con el tiempo podrían llegar a canjearse en forma de bonos de carbono.

Aunque Ecuador firmó en 2010 el acuerdo con el PNUD (Programa de Desarrollo de las Naciones Unidas), la respuesta internacional ha sido tan escéptica y lenta que Correa amenazó en enero con someter la decisión a plebiscito, si no lograban recolectarse al menos 100 millones de dólares antes de fin de año. Hasta ahora, 38 millones de dólares han sido comprometidos en conjunto por Italia, España, Bélgica y… ¡Chile! Alemania, que había prometido grito y plata al comienzo, decidió retractarse, y otros países desarrollados han optado por el silencio. Esto puede deberse a que, si bien existen actualmente programas internacionales para desincentivar la tala de bosques y la deforestación (como REDD, Reducción de Emisiones producidas por la Deforestación y la Degradación Ambiental), es primera vez que se propone un fondo para no explotar un combustible fósil, como el petróleo. Y, ante la duda acerca de cómo funcionaría, los potenciales contribuyentes prefieren abstenerse.

De resultar exitosa la idea, me pregunto si no podría extenderse a otros minerales similares, como el carbón. De ser así, Correa podría entonces sugerirle a su colega chileno que replique la idea en nuestra magallánica Isla Riesco y que, en vez de permitir que una reserva de vida se transforme en un hoyo negro, la mantenga para futuras generaciones (ahorrándose, de paso, varios miles de toneladas de emisiones de CO2).

Más información sobre la iniciativa Yasuní-ITT puede encontrarse en Amazonía por la vida. Y más información sobre Patagonia sin Carbón en Alerta Isla Riesco